jueves, 24 de junio de 2010

Sexo deseo y Amor... (Tercera Parte)

Su rostro delicado, casi tenue, bien perfilado estaba estático, y sus ojos sólo miraban un futuro que ya no existía. Me volvió la culpa a cubrirme completamente, me agache hasta tocar sus manos con mis labios y las besé, a diferencia de los demás especímenes cercanos a mi estirpe yo tengo la habilidad de cubrir las marcas de mis vehemencias con sólo tocarla y así lo hice, toque su cuello y desaparecieron.
Me volví a vestir y antes de salir de la habitación la cubrí con un delicado tul que por ahí se encontraba. Recogí mis cabellos, haciendo una cola con ellos y me dispuse a bajar al salón principal. Parejas discordes andaban de un lugar a otro, conversando entre ellos, aunándose a otros.
Las hembras iban vestidas con trajes elegantes, brillantes, que dejaban poco para la imaginación, sus cuellos iban adornados con joyas exquisitas que hacían juego con las muñecas de sus manos y los de sus orejas.
Me llamo la atención una mujer de cabellos negros, extensos como un suspiro enamorado, se encontraba sentada en la sala de estar, lejos del bullicio de los demás. No estaba sola, estaba acompañada por un varón alto de pelo castaño, corto, lacio, pegado al cráneo.
Me senté al lado izquierdo de ellos, precisamente en otro mueble unipersonal. Encendí un cigarro y de reojo los miraba. El acariciaba sus cabellos brunos y ella no decía nada, se acercó una mujer rubia de más o menos 38 años, le hablo algo al oído y él se paro y se fue con ella.
Sólo estábamos los dos, y en eso ella me preguntó:
- ¿Es un Midnight Madness, lo que fumas?
Le sonríe y le conteste:
- En efecto… ¿desea uno?
Ella sonrió y muy gustosa acepto uno, se lo encendí y regrese a mi lugar.
- ¿No eres de este lugar?... ¿no es cierto?... Por qué nunca te había visto en ninguna reunión organizada por los dueños de casa.
- Así es, sinceramente no conozco a nadie, sin embargo, me dieron ganas de ingresar y así lo hice.
Ella rió y me dijo:
- Eres sincero.
Me empezó hablar de diferentes cosas, que yo contestaba de igual manera, mas lo que realmente estaba mirando era la beldad de su cuerpo.
Blanco, excesivamente podría decir, un vestido transparente, negro, no llevaba nada que le cubriera sus senos a excepción de algunos puntos estratégicos que el propio vestido que llevaba cubría. Un collar de diamantes, y toda la parafernalia que se ponen las mujeres de una clase extremadamente acomodada.
Estaba mirando extasiado la preciosidad de sus piernas, cuando me dice:
- Tu n'es pas pour rien subtil
Empecé a reír, y le dije:
- Solo cuando lo que está delante de uno, merece la pena admirarlo.
Ella sonrió muy graciosamente y me contestó:
- ¿Así ya tenga dueño lo que miras?
- Con mirar no lastimo a nadie- le contesté.
Volvió a reír, solo que esta vez sus hermosos ojos de cielo brillaron de una forma muy extraña.
- Tus ojos tienen un color muy raro… ¿Por qué no te acercas, para admirarlos bien?
En eso que me levanto para acercarme a ella, cuando regresa el novio con la mujer rubia de mirar esmeralda pero, además venia con ellos, una mujer negra, alta, hermosísima, de ojos grandes e igualmente azabaches (en esos precisos momentos me enteré que era la dueña de la mansión).
- Sophie, mejor nos vamos, ya me despedí de Lorraine (la dueña de la casa) y de Guillaume (dueño y benefactor de todo lo que había en ese lugar)
Guillaume, un rubio y archiconocido magnate de la industria inmobiliaria, según decían fue un playboy en toda la extensión de la palabra hasta que conoció a Lorraine, y solo tuvo ojos para ella, una mujer muy hermosa, sin los rasgos toscos que caracterizan a las personas de su color (lo que hace ser a veces como animales sin razonamiento de cuatro patas).
Miraba perplejo la suavidad y brillo de sus poros de ébano, la perfección de sus pies, muy delicadamente esculpidos sin tener la deformidad que otras hembras tienen, era un éxtasis lascivo admirarla, en eso siento una punzante mirada hacia mi persona y giro la cabeza para darme con la sorpresa de ver que era Sophie que me miraba con una extraña ira como si yo fuera algo suyo.
Su novio, el altivo y de buena presencia, Martuan, la miro y me miro extrañado por la aptitud de su mujer para conmigo, sólo les sonreí y continúe con el recorrido de mis ojos ante la dueña de la mansión, ella se dio cuenta y volteo, me quedo mirando y sus labios carnosos se estirando regalándome una coqueta sonrisa.
La mujer rubia, nos miró y dijo:
- Señora Lorraine su esposo necesita de su presencia, ya es hora de que se cumpla lo acordado.
- Por supuesto Madelaine, en un momento estoy con ustedes.
Se me acerco, me miró a los ojos y me dijo:
- Si deseas puedes acompañarnos.
- Será un placer – le contesté esbozándole una sonrisa.
En eso salen del salón principal un grupo de más o menos quince mujeres y rodean al novio de Sophie.
- Martuan, Martuan, cántanos una canción o recita algo de tu inspiración, por favor.
- En unos momentos estoy con ustedes beldades.
Todas empezaron a reír estúpidamente, sobre todo una rubia de ojos verdes que lo tenía asido muy fuerte de un brazo (un dejo muy raro tenia a pronunciar palabras).
- Des femmes il ne manquent jamais aux poètes ou troubadours de bonne présence, ainsi consistez en ce que ses cantiques sont difficiles de connaître.
Las que me oyeron empezaron a reír disimuladamente y la rubia que acompañaba a Martuan, me miró y sonrío muy coquetamente.
- Verpassen Sie nie tausend liebt - sólo Sophie me miro en forma irónica.
Casi todos se fueron al gran salón, a excepción de Sophie que se me acercó, diciéndome:
- ¿No deseas entretenerte en mejor forma que esos aburridos?
Le mostré un poco de falsa alegría en mi rostro y la seguí, si era para lo que estaba pensando realmente no tenia las ganas necesarias para realizarlo pero, bueno, con seguirla no perdía nada.
Subimos al segundo piso de la mansión, pensé que me llevaría al mismo lugar donde se encontraba el cuerpo de aquella infeliz, me equivoque, me llevo a otro lugar, cercano a ese.
Estaba pensativo, cuando una suave melodía cruzo mis oídos, la habitación se ilumino tenuemente y la hermosa Sophie empezó a moverse cadenciosamente, se fue despojando de sus atuendos quedando totalmente desnuda, se abre la puerta de la habitación y entre la tenue luz aparece la misma rubia de ojos verdes que acompañaba a Martuan.
- ¿Puedo unirme a ustedes? – Sophie sonrío y dijo: Por supuesto.
Empezó a desnudarse con la ayuda de los besos y caricias de Sophie. Era una imagen muy erótica y sensual, sin embargo, no sentía ninguna excitación ya que un extraño aroma recorría mis fosas nasales, era algo inexplicable que sentía.
- Ven, ven, únetenos – Me dijeron las dos al unísono.
- Perdonen ambas, no estoy de ánimos.
Las dos me miraron con ira y desdén, sin embargo, la rubia se apartó por un momento y llamo a alguien con esos aparatos que hoy abundan.
Tocaron la puerta y apareció la figura del tipo que cuidaba la entrada de la Mansión, si, era el mismo que no quiso que entrara sin invitación. Lo miré y mostré ironía en mi rostro, al tipo no le agrado esa aptitud y se acerco para decirme algo, mas las dos le empezaron hacer caricias y llenarlo de besos por todas partes, lo despojaron de sus atuendos, era un tipo enorme de 2.20 mts de estatura, sin embargo su osadía no era tan descomunal como algunos pensarían, ¡ja!
Ni el color, ni el tamaño pueden ser preludio para algo extremadamente excitante, me senté y encendí un cigarro. Era un extraño contraste que se movía delante de mis ojos, piernas, brazos, cuerpos jadeantes, desnudos, palabras inconclusas, lamidas, posiciones, succiones, nada para la imaginación.
Siempre me he preguntado si de esa manera se puede satisfacer a una mujer, algo muy mundano y sucio aun para mí.
El tipo cumplía con lo que podía con las dos, entre sus brazos tenia a la rubia de ojos verdes, penetrándola y tocando sus labios con el suyo, mientras Sophie acariciaba con su lengua la unión de los dos.
Il sesso può essere qualcosa di monotono e per niente eccitante.
El tipo cayó rendido sobre el lecho con olor a sudores de macho y hembras, las dos lo acariciaban, lo besaban y absorbían por completo todo rastro del fluvial lechoso del negro.
Me levanté hastiado de lo presenciado y me dispuse a irme cuando las dos, empezaron a reír tontamente, diciéndome:
- De lo que te perdiste, pero si deseas aún no es tarde.
- No lo creo porque no soy un perro, y menos estaría en el mismo lugar donde ha estado ese adefesio de hombre.
El tipo se levantó rápidamente y dijo:
- Te partiré en dos y arrancare tu cabeza de un solo golpe maldito marica.
- Jajajaja… desearía ver eso con ansias – le contesté.
Se lanzo furibundo contra mí, tiro una patada y un derechazo a mi dirección.
- ¡Qué lentitud, por dios!
- Mátalo, mátalo a ese imbécil – azuzaban las dos al unísono.
Las voces chirriantes de las dos mujeres y los movimientos lerdos del tipo me hartaron, y decidí acabar con todo de una buena vez. Un golpe violento lance en el centro de su pecho, crujieron los huesos, y el tipo cayo arrodillado, botando de su boca sangre a raudales, quedando muerto, muerto completamente.
Las dos mujeres se quedaron perplejas, estáticas y fue en ese momento que me di cuenta que tenían unas sortijas de bronce en sus dedos.
- Vaya, a eso se debía el olor que percibía sin poder explicármelo.
Ellas no se movían, y me les acerqué dispuesto a terminar con su asombro, cuando en eso siento un golpe furibundo en la nuca.
- ¡Maldición!... quien a podido hacerme esto.
Voltee y tan solo vi una figura que me pareció muy conocida.
- Así, que fuiste tú.
Escuche las risas burlonas de las dos mujeres, antes de perder por completo los sentidos, no sé cuanto tiempo paso, pero me encontré al despertar en un lugar rodeado de las mismas personas que estaban en el gran salón, sólo que estaban vestidos por túnicas muy blancas.
Estaba completamente desnudo encadenado o agazapado en una gran cruz de metal, mis tobillos, las muñecas y mi cuello estaban asidos al frío acero.
Lorraine, se acerco hacia mí vestida completamente de negro y les dijo a todos:
- Damas y caballeros, lo que tanto ansiamos en nuestras vidas tener como invitado especial, hoy lo tenemos junto a nosotros, al todopoderoso y juez indómito de los avernos, al omnipotente y cruel… Radamantys.
Empezaron todos a burlarse con estruendosa carcajadas de mí.
- ¡Malditos engendros, los mataré a todos, a todos!
En la cúpula de cristal, de esa habitación, se hallaba la Luna blanca y hermosa en su cenit y recordé en ese momento la predicción de la gitana.

miércoles, 2 de junio de 2010

Epigrama I


Un gran literato quiero ser
para meter al váter
todo lo que a usted le dé melancolía.
Y cuando me muera algún día
las lloronas de gran sabiduría
escriban sobre metal
un epíteto a mi supuesta hombría.
Aunque sé
que los analfabetas como usted
de mi muerte se rían.

martes, 1 de junio de 2010

Los Cojudos... (Sátira)


Los cojudos

van a alentar su selección

aunque no tengan pa' pagar

a sus hijos manutención.

Se pintan las caras de a color

vociferan con estruendote ruido

lo que es su pasión.

¡Viva mi selección!

¡Viva mi selección!

Repiten como una canción

loando a diestra y siniestra

a veintidós.

Si, a veintidós

que paran en calzón.

Pero esos veintidós

la saben vivir de su nación,

porque no van de a gratis

sino por el billetón.

¡Ah carajo!

que me vienen a ningunear

¿Con una propina?

si lo que ansió

es un gran pastón.

Así de fieles son;

representan a otras ciudades

en clubes muy originales.

Que he venido a dar mi vida

por éste club;

y al otro año repiten en otro sitio,

la misma canción.

¡Ah!... los cojudos, los cojudos

con ellos éste mundo

dejó de ser tan racista,

pero no lambiscón.

Felizmente

renuncié a ser un cojudo

aunque por ahí piensen

que se me doblo la mano

y ya no soy varón.