
Y agarras el lápiz, y dibujas todo lo que está en tu entorno: La sala, la cocina, el dormitorio, los enseres, los artefactos, el perro, el gato, el canario, el jardín, la moto, el auto; los cielos por las mañanas, por las tardes, por las noches o en las madrugadas. Tus ojos se mueven de un lado a otro y en cada uno de ellos se impregna un instante.
Tus manos blancas de porcelana, trazan líneas que van creando un maravilloso paraíso de éste mundo opaco.
No están clavados los individuos irrisorios en tus papeles que fueron blancos, hay sonrisas de niños jugueteando, de madres arrullando a sus hijos recién nacidos, de padres felices que le compran un humilde regalo a sus vástagos.
Y te miro de reojo, y me place verte así, ensimismada en tus sombras calcáreas, tu pelo rojo cubriendo tu rostro , y tú, recogiéndolos en un lazo rosado, y llega el momento en que decides trazar mis formas en tu vergel cándido, me miras de cuando en cuando y me pides que no me mueva, sonrío y complazco tus deseos, y de tanto en tanto tus ojos azules se encuentran con los míos y aparece en tus mejillas mi rubor amado, porque entiendo que a pesar del tiempo aún sientes el mismo sentimiento que concebimos, cuando aprendimos a amarnos.
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