
- Soltero yo, casada mi mujer- repetía entre sus amigos, estos le celebraban su machismo.
- Nadie en éste mundo se atrevería en adornarme, porque tanto a mi mujer como su amante con mis manos los mataría.
Ya eran más de las dos de la madrugada y todos en sus cabales, no se encontraban.
- Pues bueno, es hora de irme amigos, no vaya hacer que a mi mujer se le haya dado por buscarme y quien sabe, si por ahí algún mal parido la tiente y se la lleve de mi lado.
Entre balbuceos incongruentes, él se despide y ellos le responden de igual forma. La noche se encuentra nublada, de vez en cuando alguna extraña estrella asoma por las empañadas ventanas.
Ha llegado a su casa, el viejo perro de su padre le ladra.
- Asqueroso animal tiempo que tenemos conviviendo y aún no me conoces.
Entra a su hogar, busca a su mujer (bamboleándose de un lado a otro), entra al cuarto y le parece ver que está junto a un hombre en su cama. Enfurecido se lanza sobre ellos, y se sorprende al ver que era su padre.
Lo agarra a golpes enceguecido, no para hasta matarlo, hace lo mismo con su mujer que sólo emite apesadumbrados quejidos. Entra su madre a la habitación y repite a cada instante:
- Hijo que le has hecho a tu padre, él y yo, estábamos atendiendo a tu mujer porque le dio un desmayo.
Él no le cree, y empieza a vociferar con furia.
- ¡Maldita vieja!... eres cómplice de tan atroz injuria, con tal de tener a tu marido eres capaz de perdonarle todo, pero yo no, yo no.
- Hijo, te digo la verdad, hijo escúchame.
El hijo iracundo golpea sin piedad a la pobre anciana, no para hasta ver sus manos llenas de sangre. Va en busca de un machete para así destazar los cuerpos, meterlos en una bolsa y enterrarlos.
El perro se enfurece aún más y trata de romper la cuerda que lo tiene asido a un árbol; lo mira el asesino despectivamente, llevándose en un costal a sus victimas descuartizadas, en una de esas de tanto intentarlo el gran perro rompe las cuerdas. Va tras de él como un relámpago (se oye la soga que todavía tiene en su cuello, como un látigo) y el asesino aterrorizado empieza a correr con todas sus fuerzas, pero aún así no suelta su infausta carga.
Truenos y Rayos,
el viento que habla furiosamente,
las nubes que lloran mal presagios.
Terrible error que ha cometido, porque el chusco animal de una mordida le llega a arrancar el talón de Aquiles de la pierna izquierda, cae sobre las plantas de los ajíes y el perro le desarraiga jirones de piel y tendones, grita desesperadamente y trata de imitar el silbido que su padre hacia para llamar a la bestia.
En una de esas el animal le arranca la traquea y por fin lo mata. Regresa el viejo can a la granja con partes de su anciano amo, empieza a rasgar la tierra y en ella entierra los restos del cuerpo.
Pasa el tiempo y el pobre animal yace muerto encima de la precaria tumba del anciano.
Pasa el tiempo y el pobre animal yace muerto encima de la precaria tumba del anciano.
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Son los años quienes recorren aquel pueblo y ya todos saben lo que había ocurrido en esa lejana granja. Temen salir fuera del lugar, porque los que lo hicieron vísperas al mismo día que ocurrió la tragedia no han regresado, se les ha encontrado con el estomago succionado, succionado por el alcohol que hay dentro de ellos con sus rostros desencajados, muertos de un terrible horror tatuados en sus ojos sin vida.
Sólo uno sobrevivió y, contó que vio a un hombre de un gran tamaño, que llevaba en sus espaldas un costal lleno de partes descarnadas, pútridas, roídas por insectos carroñeros, se paro junto a él y los empezó a contar. Lo reconoció y le dijo su nombre, éste empezó a silbar sin más, con una tonada muy fuerte que se fue debilitando de apoco.
- Si lo escuchas cerca es que está lejos, si lo escuchas lejos es que ya estás muerto.
Repetía a cada instante, el hombre convertido completamente en un orate.
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