martes, 28 de septiembre de 2010

La mariposa y el chogüí... (Parte I)

- Mamá, mamá… ¿Puedo salir?...ya hice todos mis deberes y quiero salir a jugar con tobías en el campo.

- ¿Puedo mamá?... ¿Puedo?...

La dulce mirada de la madre ocupada con los quehaceres de la casa; sonríe a su pequeño hijo y asienta con su cabeza; dándole como respuesta un si.

- ¡Pero no te demores!... ni te alejes demasiado porque ya va estar el almuerzo.

El niño y su perro dan un grito y ladrido de alegría y se marchan alegremente, no si antes asegurar que no se alejarán mucho del hogar.

El niño corre feliz con su inseparable amigo (un pequeño labrador de mirada vivaz y tierna). Jugaba y cantaba, una cancioncita que le había enseñado su mamá.

Yo tengo un lindo perrito
que es hocicón.

Muy gracioso
chiquitito,
engreído y dormilón.

Muy gracioso
chiquitito,
engreído,
y dormilón.

Un cielo hermoso de color azulado, con pequeños dibujos blanquecinos de ángeles desparramados, pequeñas aves revoloteaban y emitían sonidos que de vez en cuando el niño repetía.

- ¡Qué bonito es éste lugar!… ¿No tobi?... que aire tan bello y puro se siente... ¡mira cuantos animalitos hay!...aves, maripositas, hormigas que trabajan sin cesar, un pequeño saltamontes que entre salto y salto tal vez busque a su mamá…ja ja ja ja

Reía el pequeño niño, mientras sus ojos color claro se iluminaban en su plenitud de jovialidad, su sonrisa hacia más hermoso la media tarde, y sus ensortijados y bronceados cabellos seguían acompasadamente la cancioncita que él, nuevamente le concedía a su querida y fiel mascota.
Agarraba una pequeña ramita con sus infantiles manos y la tiraba con todas sus fuerzas, su perrito corría desesperadamente y nuevamente se lo devolvía a su pequeño señor.

Escucha a lo lejos la voz de la madre:
- ¡Remi, hijo, ya esta el almuerzo vengan a comer!

El niño mira a su mascota y él devuelve la mirada y sin decir nada corren al llamado de la madre pero, el niño se queda estático, anonado, porque junto a su lado vuela en círculos una mariposa que el jamás había visto en su vida.
Tenía unos colores muy llamativos, que chispaban como pequeños luceros de la mañana, eran azules, rojos, amarillos, verdes, morados; poseía toda la gama de colores que podían existir en sus alas, y entre ellas, una forma de pequeña niña rubia de ojos tristes esmeraldas.

- ¡Qué belleza de mariposa!... nunca he mirado algo parecido, hasta parece que cantara con una voz muy dulce y apenada.

La divina pequeñez se aleja dejando estelitas doradas y el niño la sigue, olvidando el llamado de la madre. Estira sus brazos queriendo alcanzarla y no puede, tan solo oye una risa muy alegre que de él, se burlaba.

El niño repetía una y otra vez, una y otra vez para querer atraparla, sin embargo, no podía lograrlo, habían pasado ya una hora de estar así; cuando al fin, al estirar sus pequeños brazos la alcanza.
- ¡La tengo!… ¡La tengo, al fin!



Estira sus manos para apreciar más claramente la delicada belleza de la mariposa jamás imaginara, mas para su sorpresa se desvanece y sólo quedan puntos purpúreos que le hacen lanzar un suspiro de tristeza.

- Seguro que muy fuerte la agarré y sin querer la deshice entre mis manos.

Repentinamente se acuerda del llamado de la madre y trata de correr, pero no puede, se siente fatigado, muy fatigado.

- Por estar jugando con Tobi, y por querer alcanzar a la mariposa me he cansado…ojala mamá no se enoje conmigo.

Va despacio y mira todo a su alrededor, todo es diferente, nada de lo que el conocía existe. Ya no había campos verdes, ni aves, ni nada, sólo casas y gente que él, nunca había visto en su vida.
Siente un terrible temor, un temor que nunca había sentido y su cuerpo tiembla, no sabe el por qué de ese lugar. Una mujer de unos 30 años, se le acerca y le dice:

- Abuelito… ¿Qué es lo que tiene?… ¿se ha perdido?

Se aterra al oír esas palabras, y entre si piensa:
- ¿Por qué me dice abuelito?... si soy solamente un niño.

Se le da por mirar sus manos y estás no eran pequeñas, sino largas y desgastadas, arrugadas y temblorosas. Y entonces empieza a llorar amargamente.
- ¿Qué es lo que tiene, abuelito?… ¿Por qué llora?

Con su voz melancólica y añejada responde:
- ¡Busco a mi madre!… ¡Busco a mi madrecita!…

sábado, 18 de septiembre de 2010

Tan bella como las estrellas...


Vestigios de recuerdos a punto de ser olvidados en aquella noche de agonizante invierno.
Las olas con sus manos heladas dibujan extrañas figuras en la orilla de la playa, arañas marinas creando velozmente sus oscuros escondrijos, paisaje tranquilo y sosegante.
A lo lejos, barcos se mecen con el vaivén de un mar embravecido por el oculto dolor del dios marino.
Las luces de la ciudad se ven como luciérnagas que guardan obscuros secretos de seres egoístas e infames. Pensando, dubitativo en mi soledad, no hay nadie más junto a mi; sólo el mar con su manto negro azulado, la luna vestida con su hábito níveo, las estrellas silbantes y argentaras, un raspante cometa acariciando la orbita fuliginosa del planeta, y el grito furtivo de algún ave perdida por su bandada.
El ruido que llega a mis oídos se detiene, la luz de la luna parece apagarse, uno a uno se va silenciando los murmullos de las estrellas y las olas del mar se calman, transformándose en una bella laguna encantada.
El viento deja de mover todo a su alrededor, volviéndose sólo en un simple aliento que se va muriendo de apoco.
Delante mío, una bella figura de mujer; blanca como la luna, de pelo dorado como ninguno, de ojos almendrados, de ojos azules jamás imaginados. En la oscuridad tenue del firmamento un bello ángel toca una preciosa sonata, que hace cicatrizar etéreos desconsuelos.
La belleza de mujer baila delicadamente con su vestido inmaculado, con su sonrisa clara, con sus brazos describiendo ritmos y armonías que parecieran crear bellos luceros. El océano acaricia suavemente sus suaves y albos pies.

Belleza pura y virginal,
si te vieran las diosas olímpicas,
cuanta envidia te tendrán.

De pronto deja de bailar, mira el cielo y luego el mar:

Una mirada triste en lo infinito de su mirar,
una mirada dulce que agoniza inmortal,
una mirada perdida que acallan su lúgubre eternidad.

Gira lentamente su cabeza y me mira a los ojos, mi cuerpo siente una electricidad que recorre mis dolientes venas.
Abre sus brazos invitándome a su lado, su mirada es de un ruego angustiado por un dolor desquiciado que ansió conocer.
Me acerco lentamente, sin saber realmente que hacer, pasan violentamente mis pensamientos sin sentido alguno.
Mi cuerpo se congela, mis sienes están apunto de estallar, percibo sus delicados brazos rodeando mi alma y su cabeza delicada toca mi pecho.
Se impregna en mis sentidos el perfume de una rosa blanca recién nacida por el beso de la primavera, mis manos se rinden a la tentación y acarician sus dorados, extensos y acicalados cabellos.
Su voz toca delicadamente mis oídos y me dice entre ruegos:
-¡Amor de mi vida!…, ¿Por qué tardaste tanto en llegar al lado, de tu amada?
La abrazo fuertemente, cierro mis ojos y no digo nada, no puedo decir nada, sólo acariciaba su ser con los latidos de mi corazón, quedando en él, su inmenso amor que me hacia feliz como nunca lo había imaginado.
No sé cuanto tiempo pasó, cuantas horas, minutos y segundos habré estado así junto a ella, pero quise volver a ver su rostro, sus ojos delicados y deslumbrantes como un universo infinito lleno de estrellas y cuásares.
Su sonrisa… su figura… su rasgo de princesa de bellos reinos.
La aparte un poco de mi lado, y sólo vi… delante de mí… ¡un cadáver!
Un cadáver con un vestido blanco, con una sonrisa macabra, con un rostro sin ojos, con un pelo menguado por la insidia del temible hades.
Pensaran que grite de terror, que la aparte violentamente de mi lado, que huí despavorido de aquel lugar, tratando de olvidar lo vivido.
Pero no, no lo hice, sólo la abracé fuertemente y lloré como nunca lo había hecho, y le dije:
¿Por qué amor de mi vida?..., ¿Por qué tarde tanto en llegar a tu lado?...
El día es lindo y hermoso, los árboles reverdecen tan bellamente que las aves cantan preciosas melodías, los cielos son deliciosamente azules con ribetes bordados de blanco. Un sol preciosamente dorado ilumina el vecindario.
Despierta entonces, una blonda niña y estirando sus delicados brazos dice:
- Que lindo sueño he tenido, se lo voy a contar a mi amiga.
Busca su celular y no lo encuentra.
- ¿Donde lo he dejado?... ¿Dónde lo he dejado? – moviendo graciosamente sus ojos almendrados.
Cuando al fin lo encuentra, dice:
- ¿Para qué lo buscaba?... ¡Ay!... ¿Por qué será que me olvido de todo?- y ríe graciosamente, encogiéndose de hombros.
Si, tan solo había sido un sueño, un sueño de una graciosa niña, tan rubia como el sol y tan bella como las estrellas.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Un cuento para dormir... (Killer)

Y era el vigésimo cuarto perro que moría entre estertores de baba y sangre, en medio del llanto del dueño, impotente de hacer algo.
- ¡Maldita vieja, me la va a pagar!
Fue raudamente a la casa de Doña Ernestina, el odio que le tenia a todo animal doméstico era conocido en aquel barrio, perros, gatos de distintas razas, morían ante el cruel bocado de carne combinado con vidrio molido, en vano era tratar de llevar la mascota a un veterinario, porque la muerte era una marca que en aquel momento era imposible de evitar.
- ¡Salga maldita bruja, salga de ahí! - vociferaba con todas sus fuerzas aquel muchacho de unos 16 años.
Y de tanto escándalo que hizo, apareció delante de él, el hijo de doña Ernestina; un mestizo de unos 23 años: corpulento, enorme, de cabellos negros hirsutos.
- ¡Qué carajos quieres imbécil!
- ¡La maldita de tu madre ha matado a mi pobre perro!
- ¡Y que mierda quieres que haga que llore cómo tú, maldito maricón! - y soltó una fuerte carcajada que hizo enfurecer a Pedro.
Se enfrascaron en una violenta pelea pero, para desgracia de Pedro, la diferencia de estatura como de masa muscular estaba en su contra.
- ¡Lárgate maldito idiota, sino quieres acabar igual que tu asqueroso perro!
El pobre Pedro todo ensangrentado, se alejó de aquel lugar, llevándose junto a su adolecido cuerpo, el cadáver de su can. Todos en el barrio odiaban a la vieja Ernestina, si fuera por ellos, le dieran de comer de su propio bocado, pero el temor que le tenían a Killer era aún más.
Killer era el jefe de una pandilla que asaltaba transeúntes, así como a cualquier negocio que habían por aquel lugar; su habilidad para la pelea cuerpo a cuerpo, era casi una leyenda. Se dice que una vez se enfrentó con tres tipos y a todos ellos los venció en unos instantes, no le temía a nada ni a nadie, y nadie se atrevía a darle la contra.
Perro pequeño que encontraba le tiraba una furibunda patada que el pobre animal moría al instante de recibirla.
Son las 10:30 de la noche, día 31 de octubre. El killer estaba en plena fiesta organizada por uno de sus cómplices de fechorías: Mujeres, cerveza y algún otro alucinógeno, abundaban a raudales.
Ya eran las 3:30 de la madrugada y el tremendo fiestón hace una hora que había acabado.
- ¡Oye killer!... Ya levántate y vete a tu casa a seguir durmiendo, porque tengo que limpiar todo esto.
Se levantó, no dijo nada. Como siempre lo hacia, pasó por la plazuela que está a dos cuadras de su casa, le da ganas de orinar y lo hace ahí mismo, sin temor a nada, porque no había absolutamente nadie. Termina lo que empezó y de pronto siente que alguien lo mira y enfoca más su mirada, ve que un pequeño perro lo esta mirando.
- ¡Maldito perro, si estuviera cerca de mi ya estarías bien muerto!
Empieza a caminar y escucha unos pasos detrás de él, voltea y se da con la sorpresa que era el perro quien lo seguía. Espera que esté muy cerca, cuando de pronto lanza un tremendo patadón que hace volar por los aires al pequeño can, emitiendo un lastimero grito.
- ¡Jajajajajaja!, ves asqueroso animal por seguirme.
Vuelve a seguir su camino, cuando siente otra vez los pasos detrás de él. Voltea nuevamente y ve que era el mismo perro, no sabe porqué, pero siente un helado aire que se cobija en su nuca. Trata de dar otra vez el mismo golpe, mas el resultado no es el mismo, y lo que es aún más extraño, escucha una risa burlona que se ríe de él.
Mira los cielos eternamente negros y una media luna sanguinolenta se había apoderado de ellos.
Una voz medrosa retumba en sus palpitantes sienes:

Arioch claimable vestri animus
¡filius unchaste!
¡filius unchaste ¡

Son los débiles que piden venganza
con sus lágrimas hechos venenos
de azufre y cieno
de azufre y cieno.

Aspice in horam,
et memento mori.
Aspice in horam,
et memento mori.


- ¡Pero qué carajos sucede! - vocifera como queriéndose darse valor.
Apura el paso, oye el mismo sonido detrás de él, solo que esta vez es más fuerte, mira de reojo y ve que aquel perro se había hecho más grande.
- ¡Justo un piedrón! - la encuentra delante de su camino, la recoge y la lanza con todas sus fuerzas contra el can.
- ¡Jajajajaja!, ves perro estúpido, yo no le temo a nada.
Los ojos del perro empiezan a brillar diabólicamente y repite las mismas palabras, pero más hondamente, guturalmente.
El camino se le hace largo al indómito killer; todo su cuerpo empieza a temblarle de temor, su frente se halla inundada de sudor cadavérico. Trata de correr, mas sus piernas las siente muy pesadas, los pasos detrás de él se hacen más fuerte y teme voltear para ver qué es lo que le persigue.
- ¿Por qué no volteas, maricón? - escucha la misma voz que antes había oído y se da valor y voltea.
El perro ya no era pequeño, ni mediano, sino era un ser monstruoso con enormes quijadas cubiertas por filudos dientes, tocadas por lenguas extensas, viperinas, bífidas.
Su cuerpo estaba compuesto por una enorme cantidad de cadáveres putrefactos de animales asesinados por gente cruel igual a él, le parece ver que se mueven y aúllan entre si.
Empieza a correr con todas sus fuerzas y los pasos detrás se oyen aún más cercanos, mira alrededor suyo y una extensa niebla violácea va cubriendo velozmente el lugar por donde transita, sonidos incontables se oyen en las desiertas calles.
De lado a lado aparecen los perros que él y su madre habían asesinado, se encrespan y empiezan a ladrar con furia; corren en dirección del gigantesco animal y se unen a su cuerpo emitiendo un terrorífico sonido, como de huesos quebrados violentamente.
Killer estupefacto empieza a llorar y trata de decir alguna oración que de pequeño le habían enseñado, pero solo puede balbucear ininteligiblemente unas palabras. Una espantosa carcajada se oye por todas partes y nadie absolutamente nadie se atreve averiguar que es lo que sucede afuera.
Llega a tocar la puerta de su casa violentamente, gritando:
- ¡Mamá, abre, mamá, abre por favor!
- ¡Ya voy, ya voy!... ¿Tanto es el apuro?
La vieja Ernestina, ve como su hijo está pálido, sin nada de sangre en su rostro y con sus ojos desorbitados mirando su lado izquierdo; cuando de un momento a otro, observa como una gigantesca boca coge el cuerpo de su único vástago, el abominable animal sacude con fuerza y la cabeza salta irasciblemente por los aires y cae justamente en las manos de la madre, ésta emite un terrible grito y se derrumba pesadamente.
A primera luz de la mañana, los vecinos encuentran el cadáver de la vieja Ernestina con los ojos apunto de salir de sus cuencas, botando espuma por la boca, y en su pecho la cabeza cercenada de su temido hijo.

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Es 31 de octubre del año siguiente y todos se ocultan temprano en sus casas porque, temen oír los gritos de espanto del temido killer, las lágrimas de la vieja Ernestina y el bramido horripilante del gigantesco Cerberus dante.


miércoles, 8 de septiembre de 2010

Sólo mi flor...



No, no me gustan las flores, que coquetean en las alboradas, que mueren lentamente por sentir que cualquiera que pase las toque y les diga lisonjas que realmente no valen nada.
Son incipientes aquellas variopintas damas, todas perifolladas, creen tener a la Atenea en sus corolas calcarías.
No, no, no me gustan las plantas de los jardineros, que llegan a distintas horas y ellas con solo nimiedades entregan hasta el alma.
No, no, no me gustan esas señoritas que otros ya saben que no ovulan por las tardes, sino por las madrugadas.
Quiero, amo, y adoro sólo a mi flor que yace dormidita esperando que regrese para darle los mimos, y los cuidados, que su corazoncito reclama.
Soy un tonto, un idiota, si, si, quizas, pero que puedo hacer si solamente soy un principe, que tiene un planeta, una flor y un solo amor.