- ¡Maldita vieja, me la va a pagar!
Fue raudamente a la casa de Doña Ernestina, el odio que le tenia a todo animal doméstico era conocido en aquel barrio, perros, gatos de distintas razas, morían ante el cruel bocado de carne combinado con vidrio molido, en vano era tratar de llevar la mascota a un veterinario, porque la muerte era una marca que en aquel momento era imposible de evitar.
- ¡Salga maldita bruja, salga de ahí! - vociferaba con todas sus fuerzas aquel muchacho de unos 16 años.
Y de tanto escándalo que hizo, apareció delante de él, el hijo de doña Ernestina; un mestizo de unos 23 años: corpulento, enorme, de cabellos negros hirsutos.
- ¡Qué carajos quieres imbécil!
- ¡La maldita de tu madre ha matado a mi pobre perro!
- ¡Y que mierda quieres que haga que llore cómo tú, maldito maricón! - y soltó una fuerte carcajada que hizo enfurecer a Pedro.
Se enfrascaron en una violenta pelea pero, para desgracia de Pedro, la diferencia de estatura como de masa muscular estaba en su contra.
- ¡Lárgate maldito idiota, sino quieres acabar igual que tu asqueroso perro!
El pobre Pedro todo ensangrentado, se alejó de aquel lugar, llevándose junto a su adolecido cuerpo, el cadáver de su can. Todos en el barrio odiaban a la vieja Ernestina, si fuera por ellos, le dieran de comer de su propio bocado, pero el temor que le tenían a Killer era aún más.
Killer era el jefe de una pandilla que asaltaba transeúntes, así como a cualquier negocio que habían por aquel lugar; su habilidad para la pelea cuerpo a cuerpo, era casi una leyenda. Se dice que una vez se enfrentó con tres tipos y a todos ellos los venció en unos instantes, no le temía a nada ni a nadie, y nadie se atrevía a darle la contra.
Perro pequeño que encontraba le tiraba una furibunda patada que el pobre animal moría al instante de recibirla.
Son las 10:30 de la noche, día 31 de octubre. El killer estaba en plena fiesta organizada por uno de sus cómplices de fechorías: Mujeres, cerveza y algún otro alucinógeno, abundaban a raudales.
Ya eran las 3:30 de la madrugada y el tremendo fiestón hace una hora que había acabado.
- ¡Oye killer!... Ya levántate y vete a tu casa a seguir durmiendo, porque tengo que limpiar todo esto.
Se levantó, no dijo nada. Como siempre lo hacia, pasó por la plazuela que está a dos cuadras de su casa, le da ganas de orinar y lo hace ahí mismo, sin temor a nada, porque no había absolutamente nadie. Termina lo que empezó y de pronto siente que alguien lo mira y enfoca más su mirada, ve que un pequeño perro lo esta mirando.
- ¡Maldito perro, si estuviera cerca de mi ya estarías bien muerto!
Empieza a caminar y escucha unos pasos detrás de él, voltea y se da con la sorpresa que era el perro quien lo seguía. Espera que esté muy cerca, cuando de pronto lanza un tremendo patadón que hace volar por los aires al pequeño can, emitiendo un lastimero grito.
- ¡Jajajajajaja!, ves asqueroso animal por seguirme.
Vuelve a seguir su camino, cuando siente otra vez los pasos detrás de él. Voltea nuevamente y ve que era el mismo perro, no sabe porqué, pero siente un helado aire que se cobija en su nuca. Trata de dar otra vez el mismo golpe, mas el resultado no es el mismo, y lo que es aún más extraño, escucha una risa burlona que se ríe de él.
Mira los cielos eternamente negros y una media luna sanguinolenta se había apoderado de ellos.
Una voz medrosa retumba en sus palpitantes sienes:
Arioch claimable vestri animus
¡filius unchaste!
¡filius unchaste ¡
Son los débiles que piden venganza
con sus lágrimas hechos venenos
de azufre y cieno
de azufre y cieno.
Aspice in horam,
et memento mori.
Aspice in horam,
et memento mori.
- ¡Pero qué carajos sucede! - vocifera como queriéndose darse valor.
Apura el paso, oye el mismo sonido detrás de él, solo que esta vez es más fuerte, mira de reojo y ve que aquel perro se había hecho más grande.
- ¡Justo un piedrón! - la encuentra delante de su camino, la recoge y la lanza con todas sus fuerzas contra el can.
- ¡Jajajajaja!, ves perro estúpido, yo no le temo a nada.
Los ojos del perro empiezan a brillar diabólicamente y repite las mismas palabras, pero más hondamente, guturalmente.
El camino se le hace largo al indómito killer; todo su cuerpo empieza a temblarle de temor, su frente se halla inundada de sudor cadavérico. Trata de correr, mas sus piernas las siente muy pesadas, los pasos detrás de él se hacen más fuerte y teme voltear para ver qué es lo que le persigue.
- ¿Por qué no volteas, maricón? - escucha la misma voz que antes había oído y se da valor y voltea.
El perro ya no era pequeño, ni mediano, sino era un ser monstruoso con enormes quijadas cubiertas por filudos dientes, tocadas por lenguas extensas, viperinas, bífidas.
Su cuerpo estaba compuesto por una enorme cantidad de cadáveres putrefactos de animales asesinados por gente cruel igual a él, le parece ver que se mueven y aúllan entre si.
Empieza a correr con todas sus fuerzas y los pasos detrás se oyen aún más cercanos, mira alrededor suyo y una extensa niebla violácea va cubriendo velozmente el lugar por donde transita, sonidos incontables se oyen en las desiertas calles.
De lado a lado aparecen los perros que él y su madre habían asesinado, se encrespan y empiezan a ladrar con furia; corren en dirección del gigantesco animal y se unen a su cuerpo emitiendo un terrorífico sonido, como de huesos quebrados violentamente.
Killer estupefacto empieza a llorar y trata de decir alguna oración que de pequeño le habían enseñado, pero solo puede balbucear ininteligiblemente unas palabras. Una espantosa carcajada se oye por todas partes y nadie absolutamente nadie se atreve averiguar que es lo que sucede afuera.
Llega a tocar la puerta de su casa violentamente, gritando:
- ¡Mamá, abre, mamá, abre por favor!
- ¡Ya voy, ya voy!... ¿Tanto es el apuro?
La vieja Ernestina, ve como su hijo está pálido, sin nada de sangre en su rostro y con sus ojos desorbitados mirando su lado izquierdo; cuando de un momento a otro, observa como una gigantesca boca coge el cuerpo de su único vástago, el abominable animal sacude con fuerza y la cabeza salta irasciblemente por los aires y cae justamente en las manos de la madre, ésta emite un terrible grito y se derrumba pesadamente.
A primera luz de la mañana, los vecinos encuentran el cadáver de la vieja Ernestina con los ojos apunto de salir de sus cuencas, botando espuma por la boca, y en su pecho la cabeza cercenada de su temido hijo.
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Es 31 de octubre del año siguiente y todos se ocultan temprano en sus casas porque, temen oír los gritos de espanto del temido killer, las lágrimas de la vieja Ernestina y el bramido horripilante del gigantesco Cerberus dante.

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