Vestigios de recuerdos a punto de ser olvidados en aquella noche de agonizante invierno.
Las olas con sus manos heladas dibujan extrañas figuras en la orilla de la playa, arañas marinas creando velozmente sus oscuros escondrijos, paisaje tranquilo y sosegante.
A lo lejos, barcos se mecen con el vaivén de un mar embravecido por el oculto dolor del dios marino.
Las luces de la ciudad se ven como luciérnagas que guardan obscuros secretos de seres egoístas e infames. Pensando, dubitativo en mi soledad, no hay nadie más junto a mi; sólo el mar con su manto negro azulado, la luna vestida con su hábito níveo, las estrellas silbantes y argentaras, un raspante cometa acariciando la orbita fuliginosa del planeta, y el grito furtivo de algún ave perdida por su bandada.
El ruido que llega a mis oídos se detiene, la luz de la luna parece apagarse, uno a uno se va silenciando los murmullos de las estrellas y las olas del mar se calman, transformándose en una bella laguna encantada.
El viento deja de mover todo a su alrededor, volviéndose sólo en un simple aliento que se va muriendo de apoco.
Delante mío, una bella figura de mujer; blanca como la luna, de pelo dorado como ninguno, de ojos almendrados, de ojos azules jamás imaginados. En la oscuridad tenue del firmamento un bello ángel toca una preciosa sonata, que hace cicatrizar etéreos desconsuelos.
La belleza de mujer baila delicadamente con su vestido inmaculado, con su sonrisa clara, con sus brazos describiendo ritmos y armonías que parecieran crear bellos luceros. El océano acaricia suavemente sus suaves y albos pies.
Belleza pura y virginal,
si te vieran las diosas olímpicas,
cuanta envidia te tendrán.
De pronto deja de bailar, mira el cielo y luego el mar:
Una mirada triste en lo infinito de su mirar,
una mirada dulce que agoniza inmortal,
una mirada perdida que acallan su lúgubre eternidad.
Gira lentamente su cabeza y me mira a los ojos, mi cuerpo siente una electricidad que recorre mis dolientes venas.
Abre sus brazos invitándome a su lado, su mirada es de un ruego angustiado por un dolor desquiciado que ansió conocer.
Me acerco lentamente, sin saber realmente que hacer, pasan violentamente mis pensamientos sin sentido alguno.
Mi cuerpo se congela, mis sienes están apunto de estallar, percibo sus delicados brazos rodeando mi alma y su cabeza delicada toca mi pecho.
Se impregna en mis sentidos el perfume de una rosa blanca recién nacida por el beso de la primavera, mis manos se rinden a la tentación y acarician sus dorados, extensos y acicalados cabellos.
Su voz toca delicadamente mis oídos y me dice entre ruegos:
-¡Amor de mi vida!…, ¿Por qué tardaste tanto en llegar al lado, de tu amada?
La abrazo fuertemente, cierro mis ojos y no digo nada, no puedo decir nada, sólo acariciaba su ser con los latidos de mi corazón, quedando en él, su inmenso amor que me hacia feliz como nunca lo había imaginado.
No sé cuanto tiempo pasó, cuantas horas, minutos y segundos habré estado así junto a ella, pero quise volver a ver su rostro, sus ojos delicados y deslumbrantes como un universo infinito lleno de estrellas y cuásares.
Su sonrisa… su figura… su rasgo de princesa de bellos reinos.
La aparte un poco de mi lado, y sólo vi… delante de mí… ¡un cadáver!
Un cadáver con un vestido blanco, con una sonrisa macabra, con un rostro sin ojos, con un pelo menguado por la insidia del temible hades.
Pensaran que grite de terror, que la aparte violentamente de mi lado, que huí despavorido de aquel lugar, tratando de olvidar lo vivido.
Pero no, no lo hice, sólo la abracé fuertemente y lloré como nunca lo había hecho, y le dije:
¿Por qué amor de mi vida?..., ¿Por qué tarde tanto en llegar a tu lado?...
El día es lindo y hermoso, los árboles reverdecen tan bellamente que las aves cantan preciosas melodías, los cielos son deliciosamente azules con ribetes bordados de blanco. Un sol preciosamente dorado ilumina el vecindario.
Despierta entonces, una blonda niña y estirando sus delicados brazos dice:
- Que lindo sueño he tenido, se lo voy a contar a mi amiga.
Busca su celular y no lo encuentra.
- ¿Donde lo he dejado?... ¿Dónde lo he dejado? – moviendo graciosamente sus ojos almendrados.
Cuando al fin lo encuentra, dice:
- ¿Para qué lo buscaba?... ¡Ay!... ¿Por qué será que me olvido de todo?- y ríe graciosamente, encogiéndose de hombros.
Si, tan solo había sido un sueño, un sueño de una graciosa niña, tan rubia como el sol y tan bella como las estrellas.
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