martes, 14 de julio de 2009

Sumisa a mi lascivia...

Abre tu rosáceo abismo
dispuesto a ser segado
por mi guadaña lacerante

Engrosado,
altivo,
enseñoreado,
y
¡Aguerrido!

Cubre mis cimientos
entupidos, con la suavidad
tersa de tus sigilos.

Acaricia y emana
tu dulce sabor
de mujer extasiada.

Llena con ellos,
mis portentosos
labios sumisos.

¡Muérdelos!
¡Sángralos!
y
¡Déjalos!

Increpa tus desvaríos
sobre mi alma apuñalada,
con tus negras dagas esmaltadas.

Pierde tu azulada mirada,
en la blancura
de tu lascivia, contraída.

Lubrica y acrecienta,
el cubil diezmado
por mis espasmos.

Grita con toda tu ira
que eres la fiera,
por mi, diezmada.

Y luego:
Relájate,
debilítate,
aminórate,
entre tus doce partes
de la zona horaria.

Y vuelve a suplicarme
que satisfaga,
nuevamente,
tus florituras ansias

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