
dispuesto a ser segado
por mi guadaña lacerante
Engrosado,
altivo,
enseñoreado,
y
¡Aguerrido!
Cubre mis cimientos
entupidos, con la suavidad
tersa de tus sigilos.
Acaricia y emana
tu dulce sabor
de mujer extasiada.
Llena con ellos,
mis portentosos
labios sumisos.
¡Muérdelos!
¡Sángralos!
y
¡Déjalos!
Increpa tus desvaríos
sobre mi alma apuñalada,
con tus negras dagas esmaltadas.
Pierde tu azulada mirada,
en la blancura
de tu lascivia, contraída.
Lubrica y acrecienta,
el cubil diezmado
por mis espasmos.
Grita con toda tu ira
que eres la fiera,
por mi, diezmada.
Y luego:
Relájate,
debilítate,
aminórate,
entre tus doce partes
de la zona horaria.
Y vuelve a suplicarme
que satisfaga,
nuevamente,
tus florituras ansias
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