Delante de ti, oyendo tu dulce voz, extasiado en tu delicada mirada que me hace olvidar quien soy. Redibujando aquellos labios hermosos que pronuncian palabras, que mis oídos no oían.
Tu pelo castaño, tan finos, tan delgados, tan perfectamente perfumados. Tu cuerpo perfecto, intocable para los malos pensamientos.
Tus manos blancas, blancas como los suspiros de mi corazón y el color inmenso de esos ojos castaños que guardan la belleza de mi amor.
Bella estabas en éste día, mi dulce fulgor y tus labios se movían sin cesar dentro de mis pupilas, emitiendo sonidos que poco a poco llegaban como tromba derruyendo todos mis suspiros por ti.
- ¡Me Oyes!... ¿Estas escuchando lo que te digo?...Eso es lo que quiero, quiero alejarme de ti... ¡No saber más nada!... ¡Estoy harta de tu mirada triste, de tus palabras dulzonas, del toque tierno de tus manos!… ¡No quiero volverte a ver nunca más!
La miré atentamente y comprendí lo que me decía, pero no supe que responder. Mi mente atormentada por sus injurias, sólo pensaba:
- ¿Por qué me hieres, mi princesa?... ¿Por qué tus palabras son ahora filudas navajas que desgarran sin misericordia mi alma enamorada?... ¿Por qué me tiras al olvido?... ¿Por qué hundes mi amor, en aquel hirviente infierno que es tu desprecio?... ¿Por qué ahora, esos ojos amados, me miran con odio y rencor mal sano?
- No te quiero ver… ¡Lárgate!... ¡Lárgate!… ¡Me aburres!
En ese preciso momento que todo bajo mis pies temblaba, me acorde de la vez que me preguntaste:
- ¿Cómo eres?... ¿Quién eres?... ¿De donde eres?
Y entonando una vieja canción te contesté:
Me gusta el sol
y la mujer cuando llora,
las golondrinas
y también las señoras;
saltar balcones y abrir las ventanas
y las muchachas en Abril.
y la mujer cuando llora,
las golondrinas
y también las señoras;
saltar balcones y abrir las ventanas
y las muchachas en Abril.
No soy de aquí / ni soy de allá / no tengo edad / ni porvenir / ni ser feliz / es mi color de identidad.
Reíste y me miraste dulcemente y mis labios sintieron la ternura de tu amor en un beso, me abrazaste fuertemente y me dijiste cariñosamente:
- ¡Te quiero!
¡Todo lo olvidaste!, todo se perdió en aquel momento, no solté ni una palabra, no volví a ver tu mirada, giré y me aparte de su lado; podía oír como mi corazón que agonizaba.
Mis ojos se pusieron marchitos y mi rostro seco, se humedeció de lágrimas y la gente que pasaba por mi lado burlonamente me miraba. Pensaba en sus palabras y me preguntaba:
-¿Por qué tanto odio?... si yo aún te quiero… ¿por qué tanto rencor?...si solo cariño te he dado…no entiendo lo que paso… ni lo entenderé jamás.
Caminé, caminé sin rumbo porque ya no me importaba nada.
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