El sol en su hermoso espacio azul se preguntaba qué es ese extraño sentimiento que hace que los seres humanos se vuelvan extremadamente felices o demasiado tristes cuando están en pareja.
- ¿Qué es? ... qué es eso que los hace tan fuerte y tan débiles a la vez.
Le preguntó a su amiga la luna y ella al mar pero, ninguno de los dos supo contestar la interrogante. Entonces le preguntó a mercurio y éste no le contestó porque iba muy apurado, le preguntó a Venus mas esta horneaba pasteles y tampoco le respondió, a Marte pero estaba rojo de rabia porque sus vecinos del óvalo lo molestaban lanzándole piedras, al gigantesco Júpiter mas esté bramaba iracundamente porque sin saber el porqué se le hacia un agujero en su pantalón.
- Y coso y coso y, lo trato de reparar sin embargo el infeliz se deshilacha y todo no vuelve a la normalidad.
El Sol al escuchar a Júpiter se empezó a reír.
- Mejor no le insisto porque estará por un largo tiempo ocupado.
Le preguntó entonces a Saturno, sin embargo, tampoco le contestó porque se hallaba entretenido leyendo a Tolkien. Le quiso preguntar a Urano a Neptuno y Plutón pero estaban tan lejos que tal vez no lo oirían.
- De todas maneras no me serviría preguntarles porque esos muchachos hacen lo que quieren, ni parecen de este vecindario.
Y volvió a mirar a la Tierra y estuvo así dubitativo por un largo tiempo hasta que llegó la primavera y los campos se llenaron de sonidos cantarines, de seres felices que cubrían de felicidad todo el lugar pero lo que hacia realmente bello ese planeta eran sus flores, sólo le gustaba mirar a una; aquella de pétalos blancos, estambres dorados y estigma azul. Se acerco hacia ella, y acaricio su corola con sus manos argentadas y como un suspiro le dijo algo a la hermosa flor que la ruborizo e hizo que aquel color se impregnada por siempre en sus mejillas.
Se hicieron muy amigos y se contaban todo, sus alegrías y sus penas, sus objetivos y sus metas; el Sol brillaba feliz en las mañanas porque tenia alguien con quien compartir esos sentimientos que el no sabia que poseía.
- Esto es el amor, al fin lo comprendo, al fin lo entiendo, es algo tan bonito, algo tan especial.
Sin embargo, aún le faltaba por aprender uno de los sentimientos que tiene en sus entrañas el amor y esa es: La tristeza.
Y un día despertó y quiso encontrarse nuevamente con la hermosa flor, sin embargo, sólo halló pedacitos de ellas esparcido por el viento, sintió algo que le apretaba el pecho que lo hacia temblar, algo aún más fuerte que la felicidad y sin comprender por qué, lloró. Sus lágrimas tocaron los cielos y cayo en el mismo lugar donde estuvo la flor y se hizo un charquito de pétalos azules, rosas, blancos y, lágrimas de oro; pasaron las horas y el Sol entristecido se ocultaba en su ocaso, pero antes de irse por completo vio que apareció en aquel lugar unas luces pequeñas como lamparitas, se ilumino su rostro ajado y las llamaba.
- Luci, luci, luci, luci - así como su flor.
Se disperso el nombre por todos los lugares mas al tocar las montañas se hizo más extenso y se modifico al llegar a los oídos de los seres que poblaban la tierra; y ellos lo entendieron y las llamaron: Luciérnagas
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